Is 52,9-10. Heb 1,1-6. Jn 1,1-18
La misa de medianoche nos ha introducido en el misterio de la Navidad desde una perspectiva teológica de carácter narrativo: el nacimiento del Niño, las condiciones de pobreza del hecho, el canto de los ángeles, el anuncio a los pastores. La misa del día, en cambio, nos ayuda a meditar en la profundidad maravillosa del acontecimiento, a través de textos poéticos de grandísima belleza literaria y teológica. El gran tema de la liturgia de hoy es la manifestación de la salvación en Jesús. El Niño que ha nacido para el mundo es Dios mismo que ha empezado a habitar entre los hombres. La tienda del Exodo, que acompañó a Israel en el desierto, y el templo deseado por David como morada de Yahvéh, son ahora sustituidos por el cuerpo de Jesús de Nazaret, el «Enmanuel», «Dios-con-nosotros». «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Este recién nacido pobre, frágil, es la Palabra de Dios por excelencia. Para mostrar su dignidad, Juan se remonta solemnemente al inicio de todo: «En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios… todo ha sido creado por medio de ella» (Jn 1,1).
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