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Archive for septiembre 2012

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©Pbro. Pablo A. Villafranca M.
La primera lectura está tomada de Números 11,25-29, para entender el mensaje de la Palabra, debemos leer desde 11,1-24.
El relato nos muestra dos murmuraciones del pueblo, una en 11,1-3 y otra en 11,4-9. La queja del pueblo en la primera murmuración y la nostalgia por los alimentos de la esclavitud en Egipto son un rechazo al don de la libertad que Dios les ha dado, una resistencia a sujetarse a la alianza y aceptar los designios de Dios. Ante las dificultades del desierto el pueblo quiere todo realizado sin esfuerzo. Dios arde en celo y hace ver al pueblo su total desacuerdo a que se revelen a sus designios y hace «arder su cólera», una manera de decir que muestra su santidad.
Sin embargo el pueblo se queja nuevamente, esta cansado del maná, no basta para ellos ese alimento, quieren carne. En el camino hacia la tierra prometida, Israel siempre se muestra insatisfecho y siempre quiere más, una vez alcanzada una conquista, le surge un nuevo deseo. Persisten en su deseo de comer carne. Ahora quien escucha este clamor es Moisés, aunque Dios quiere reaccionar de la misma manera que la anterior, Moisés muestra lo que ha logrado hacer su tercera cuaresma de vida, como ha madurado y le pide a Dios con una súplica bellísima que se dé cuenta que el clamor del pueblo es legítimo y que la carga que el lleva es demasiado pesada (cf. 11,10-15). Dios accede a la súplica de Moisés y le dice que bajará a la tienda de la reunión donde deberá estar con 70 ancianos del pueblo a quienes les dará parte de su Espíritu para que le ayuden con la carga del pueblo (11,16-17).
Y Al pueblo que se preguntó: «¿Quién nos dará de comer carne? Yo Yahvé les voy a dar a comer carne. No un día, ni dos ni cinco, ni diez, ni veinte, sino un mes entero, hasta que les salga por las narices y les de nauseas…» (11,19-20)
Moisés contra argumenta, quiere saber como puede ser posible y Dios responde «ahora verás si vale mi palabra o no». (11,23) Hermosa lección de la eficacia de la Palabra de Dios que no se agota en el tiempo ni el espacio, que es muestra la condescendencia del Señor ante las rebeldías de su pueblo y que así como escucha las quejas del pueblo, escucha la apelación de su amigo Moisés.
El evangelio de Mc 9.38-43.45. 47-48 aborda dos temas fundamentales:
1.  La actitud a abordar frente a los que no son de la comunidad cristiana. (Mc 9,38-41)
2. El tema del escándalo. (Mc 9,42-50)
La actitud frente a los que no son de la comunidad es abordada a partir de la intransigencia de Juan que espera un aplauso por haber prohibido a un judío realizar exorcismo en nombre de Jesús (costumbre frecuente en aquella época y que se mantuvo en el judaísmo vigente hasta el s. II d.C). Jesús se opone a la intransigencia, a cualquier forma de intolerancia ideológica y religiosa y argumenta que si se hace el bien en su nombre, no se les hará mal a ellos. Esta es una visión universal de las relaciones de la fe cristiana con el mundo.
El tema del escándalo inicia primero por los más pequeños (en griego Míkroi), y pueden ser los humildes, los niños, los no suficientemente formados o los más pobres de la comunidad. Es preferible la muerte que dañar a estos pequeños. Y el «Es preferible» no hay que interpretarlo al pie de la letra, pues luego el escándalo se asocia no al daño hacia el pequeño sino hacia si mismo, aludiendo a los miembros en los que reside la concupiscencia y la exterioridad del cuerpo: el ojo, la mano y el pie. Es preferible un daño parcial: el entrar tuerto, manco o cojo al Reino de Dios, que condenarse. Entre una pena eterna tan grave y otra temporal más leve, la lógica de Marcos induce a preferir la renuncia a cualquier situación, acto, persona o medio de pecado que nos lleve a la condenación y no necesariamente a la mutilación de los miembros del cuerpo.

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© Pbro. Pablo A. Villafranca M.

Hoy nos encontramos en el Dt 4, 1-2. 6-8. Moisés va a introducir con un largo discurso el Decálogo que menciona en Dt 5,6-22. En un punto de su discurso hace ver al pueblo que «guarden y practiquen esos mandamientos, ya que ellos son su sabiduría e inteligencia a los ojos de los demás pueblos». (4,4) «Y que no añadan ni quiten nada de los que les manda…» (4,2) Hay una correlación entre la fidelidad a lo prescrito y a la praxis del pueblo. El pueblo aparecerá como sabio e inteligente si es fiel hasta el punto de no «añadir ni quitar nada» y  si «guarda y practica esos mandamientos de Yahvé». El mundo griego distinguía entre el “Sófos” verdadero, que buscaba y enseñaba la verdad, y el vendedor de ideas ilusorias o sabiondo que llamaba “Sofísta”. Hoy el mundo corre apasionadamente no tras la verdad, sino tras novedades y busca más vivir a “su” medida que a la medida de Dios; por eso continuamente a esos mandamientos les quita aquello que no le gusta, incomoda y complica la existencia, resultando insolente y necio, haciéndolo devenir en alienaciones, servidumbres y muerte.

Santiago hoy nos lo recuerda acertadamente diciendo: “Acepten la palabra que ha sido plantada en ustedes y es capaz de salvar sus vidas. Pongan en práctica la palabra y no se contenten sólo con escucharla, engañándose a ustedes mismos. Si alguno se contenta con oír la palabra sin ponerla en práctica, se parece al que contemplaba sus rasgos en un espejo: efectivamente, se contempló, pero en cuanto se dio la vuelta se olvidó como era. En cambio, el considera atentamente la ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor de ella, será feliz practicándola”. (St 1,22-25)

El evangelio de hoy trata de la pureza del corazón. Podemos sintetizarlo así: el hombre “puro” es él que tiene el corazón puro, y tiene el corazón puro quien sigue la voluntad de Dios revelada en la Biblia, voluntad que centra todas las decisiones del hombre en la motivación fundamental del amor. Mejor dicho, lo que hay que purificar es el amor. En el texto, Jesús establece dos principios fundamentales, la prioridad de la palabra y la centralidad del corazón, e invita a analizarlos a partir de casos concretos. Por medio de estos dos principios Jesús nos enseña el “hacer” que Dios espera de nosotros como hombres nuevos. Así la relación con Dios no se convierte en un puro acto formalístico y mágico, sino existencial y estructurado en el compromiso cotidiano. El culto que no brota de la fidelidad y la práctica de la palabra es vacío: “No es más el culto el que es fuente de vida, sino la vida la que es fuente del culto”. (Käsemann)

Todo inicia en 1,2 cuando un grupo de  fariseos y escribas que se habían acercado a Jesús se dieron cuenta que los discípulos comían sin lavarse las manos (impuras). (7,3) Marcos deja claro que la polémica no nace por un problema de higiene, sino por un problema ritual  cultual. Los judíos tienen esas estrictas normas de purificación ritual necesarias para dar culto a Dios y recibir su bendición en Ex 40. Lv 15 y Nm 19.

  En  7,8 Jesús desenmascara a los que usan mascaras religiosas y son hipócritas, que olvidan lo fundamental: La Palabra y se aferran a lo accidental: las tradiciones de los hombres, olvidando así el mandato de Dios. En 7, 15 pone su nueva manera de entender la purificación verdadera: “Nada de lo que entra al hombre mancha al hombre sino lo que sale de dentro es lo que lo contamina”. Lo que hay que sanar es la raíz que pervierte al hombre desde el centro operacional, deliberativo y humano: el corazón de la persona (7,21): «de allí sale lo que contamina al hombre» e inmediatamente menciona una serie de 12 malas acciones, en griego «Dialogismoi Kakoí» que significa: calculo malo, equivoco o errado. Todo inicia de una persona descentrada, que ha perdido el rumbo y que en su núcleo interior más íntimo (el corazón) está cerrado a Dios y sus acciones y actitudes no son casuales, son consecuencias de su actitud enferma, cerrada a Dios y consecuencia  de sus cálculos equívocos brotan doce acciones que destruyen progresivamente al hombre y su entorno. v.21ª “De dentro… salen…” vv.21b-22 (0) intenciones malas (1) fornicaciones, (2) robos, (3) asesinatos, (4) adulterios, (5) avaricias, (6) maldades, (7) fraude, (8) libertinaje, (9) envidia, (10) injuria, (11) insolencia, (12) insensatez. Cada una merece una explicación pero no hay espacio para hacerlo, pero debemos pedirle al Señor hoy: “Crea en mi un corazón puro, enséñame tus caminos, enséñame a calcular mis años para adquirir un corazón sensato”.

1. “fornicaciones” (porneíai) Se trata de deseos sexuales incontrolados que conducen a relaciones sexuales inmorales. Se trata de la persona para la cual cualquier tipo de relación da lo mismo y ésta se vuelve habitual, reiterativa, viciosa. El criterio de comportamiento es la propia satisfacción, haciendo de la pareja un objeto para la propia autocomplacencia. 2. “robos” (klopai) Se trata de aquel para quien la apropiación de lo ajeno es un comportamiento habitual. Tampoco en su caso hay una escala de valores en la cual el respeto y el amor por los demás esté en primer lugar. Coloca el entorno al servicio de sus propios intereses. Es un delincuente que actúa subrepticiamente, engañando siempre a los demás. 3. “asesinatos” (fonoi) La negación del otro llega a su punto más grave: no sólo lo usa sexualmente, no sólo se apropia de sus bienes sino que le rapta incluso la vida, que es el valor más preciado y se llega al homicidio.  4. “adulterios” (moijeíai) La lista comenzó con el tema de la inmoralidad sexual y retoma ahora el mismo tema, con el matiz de la “infidelidad” a la persona a la cual se le prometió amor total.  5. “codicias” (plenoxeíai) Es otro mal manejo del “deseo”. El término que Jesús utiliza significa literalmente tener (“ejo”) en sobreabundancia (“plen”). Pero, puesto que se trata de una acción (mala) derivada de una motivación interna (mala), hay que observar allí un comportamiento que va en doble dirección:

De fuera hacia adentro: (a) el deseo compulsivo de llenarse de cosas (se antoja de todo lo que ve en el supermercado) malgastando el dinero en lo que no vale la pena (el lujo desmedido), (b) el entrar en competencia con los demás motivado por la envidia (si fulano(a) tiene esto, yo también lo quiero, y ojalá mejor), (c) el placer de exhibir lo que se tiene con el fin de obtener una nueva ganancia: la felicitación y la envidia de los otros.

De dentro hacia fuera: la tacañería o avaricia de aquel al que le duele compartir. En otras palabras, la persona se vuelve “mezquina” (lo contrario de “don generoso”, en 2 Corintios 9,5) y avara, casi incapaz de ser generosa.

Cuando esto sucede, las relaciones comienzan basarse en las “cosas” y se pierde de vista al “otro” como valor fundamental, de ahí que sea en el fondo una negación de Dios, quien es el “Otro” por excelencia. Peor todavía, si consideramos que en el “adquirir, adquirir y adquirir”, en fondo hay una injusticia social que contradice el proyecto de fraternidad y solidaridad querido por Dios, porque quien acumula se está apropiando aquello que por derecho le pertenece a los otros.

6. “maldades” (poneríai) No se trata solamente de hechos malos en sí sino de una persona que está dañada en la estructura de su personalidad y encuentra placer en hacerle daño a los otros. Es una persona que se goza en ver a los demás sometidos, humillados, vapuleados, divididos; se alegra cuando otra persona cae en desgracia. Su motivación es la destrucción y ama complicarle la vida a los demás. Una persona “perversa” como ésta, cuya motivación fundamental en la vida es el ver las desgracias de los otros, tiende a agrupar en torno a sí a otras personas de la misma calaña. Como bien observan los escrituristas el “Maligno” es el título de Satanás, el que siendo malo en sí mismo, hace que los otros sean tan malos como él. 7. “fraude” (dolos) Se trata de aquella persona que actúa doblemente, con engaño, con el fin de lograr sus deseos ocultos. 8. “libertinaje” (asélgeia) Literalmente significa “desenfreno”, su mejor imagen es la del caballo desbocado que no acepta la rienda. Se trata del comportamiento de quien no acepta reglas, sintiéndose con derecho a todo. Su criterio de acción es el capricho personal y para conseguirlo pasa por encima de lo que sea empeñando en ello todas sus capacidades. Al contrario de que actúa por fraude (obra ocultamente), el que actúa por libertinaje hace sus maldades públicamente sin temor a escandalizar, perdiendo el respeto por sí mismo y por los otros, se vuelve literalmente “sin-vergüenza”. 9. “envidia” (oftalmós poneros; literalmente: “ojo malo”) Como bien lo indica el término original (“ojo malo”), es el comportamiento de aquella persona que mira con rabia el éxito y la felicidad de los demás. Esta actitud en realidad está a la base de las anteriores. Se trata de una persona que considera que no es suficientemente amada y que vale poco, por eso los demás son para ella una amenaza, considera que los demás son o tienen es un derecho que a ella le fue negado. 10.“injuria” (blasfemía) El término literalmente significa “calumnia”, pero en este contexto se refiere a Dios y por lo tanto se trata más bien del insulto a Dios. A Dios, a quien se le debe la adoración y la alabanza, se le dice todo lo contrario de lo que se le debe. La persona considera que no tiene nada que agradecerle a Dios. El resentimiento es grande. 11. “insolencia” (hyperefanía) Es consecuencia de lo anterior. La persona piensa que no tiene necesidad de Dios, que puede hacer y deshacer por su propia cuenta. Literalmente es el engrandecimiento de sí mismo, esto es, el orgullo, la autosuficiencia, la arrogancia. Una persona así se considera “el ombligo del mundo”, mira con desprecio a las demás personas considerándolas con menor capacidad y valor que ella. Su criterio de acción es el comparativo, partiendo del presupuesto de que él siempre es el mejor. La persona en su arrogancia se coloca al nivel o incluso por encima del mismo Dios 12. “insensatez” (afrosyné) El término es engañoso, no se refiere a una carencia de inteligencia, sino a la falta de disponibilidad para reconocer a Dios en su verdadera grandeza y potencia. Literalmente significa “locura”, pérdida del sentido de las cosas que termina en acciones desatinadas, por lo tanto sin criterio de valoración (moral), peor todavía: fuera del proyecto de Dios. Se trata de una persona sin rumbo en la vida, sin proyecto. Más que el “loco” en sí, es el que “se hace el loco” para pasarla bien, pero su vida no trascenderá.

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