Miércoles de ceniza
Joel 2,12-18 . 2 Cor 5,20 – 6,2 . Mt 6,1-6. 16-18
Con el miércoles de ceniza iniciamos el tiempo litúrgico de la cuaresma, que constituye el itinerario de preparación y la puerta de entrada a la celebración gozosa del misterio de la Pascua de Cristo. Es un camino que evoca los cuarenta días de Moisés en la cima del monte Sinaí, los cuarenta años de Israel en el desierto antes de entrar en la tierra prometida y los cuarenta días de ayuno de Jesús antes de iniciar su ministerio público. Un camino que nos lleva a la renovación de nuestro bautismo y a la conversión de vida. No es un simple tiempo de penitencia y de prácticas ascéticas, sino un momento de profunda renovación interior y de una viva participación en el misterio pascual de Cristo. El acento no se pone en las prácticas penitenciales, sino en la acción santificadora del Señor; el ayuno y la mortificación de estos días son solamente un signo de nuestra participación en el misterio de Cristo, que ayuna en el desierto y entrega su vida para dar vida al mundo.
El símbolo bíblico de “la ceniza”, con el que se inicia el camino cuaresmal, nos ayuda a entrar en contacto con aquel polvo con el que fuimos formados (Gen 2,7) y al cual volveremos. En la Biblia, cubrirse la cabeza con cenizas, rasgarse las vestiduras, o postrarse en silencio, eran signos penitenciales y de duelo, con los cuales el creyente entraba simbólicamente en la muerte. También hoy el cristiano toma conciencia de su finitud y de su pecado, se cubre de cenizas, se rasga el corazón y se abre a la conversión y a la gracia de Cristo. Entra en la muerte para resucitar gozosamente con el Señor, “porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección” (Rom 6,5). Léela en http://www.debarim.it/ceniza.htm
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