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Archive for febrero 2011

Reflexión en torno  a las lecturas del domingo VIII del Tiempo Ordinario

© Pbro. Pablo A. Villafranca M

Queridos hermanos y hermanas, nuestro camino por la vida no está exento de reveses y situaciones difíciles y cuando nos golpean las pruebas y agobian los sufrimientos emerge una pregunta espontanea: ¿Por qué sufro? ¿por qué clamo a Dios y siento que él no me escucha? La primera lectura nos presenta al pueblo de Israel «situado» por el drama del exilio en Babilonia y ante el colapso de sus utopías, el derrumbe de los pilares de su fe: su tierra, su templo y su rey exclama: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha abandonado» (Is 49,14) Pero Dios no puede olvidar a su pueblo, porque «lo ha amado con amor eterno». (Is 54,8)

Más en http://pvillafranca.blogspot.com/2011/02/no-anden-agobiados-por-la-vida.html

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DOMINGO VIII

Tiempo Ordinario, ciclo A

 Isaías 49,14-15. 1 Corintios 4,1-5. Mateo 6,24-34

Mateo  6: 24 – 34


24 Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
25 «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

 En las lecturas de este domingo se revela, como en una gran teofanía, el rostro amoroso de Dios padre y madre. Así se ha revelado en la tradición de Israel y, en la plenitud de los tiempos, en su Hijo Jesucristo. Las lecturas de hoy son también una invitación a vivir la confianza y el abandono en Dios, que nos ama y cuida de nosotros. No hay necesidad de divinizar las riquezas, apoyándonos en ella, sino simplemente “buscar el Reino de Dios y su justicia”, es decir, vivir abiertos al don de Dios y orientar la vida según los grandes valores que nos propone el Evangelio. Más en http://www.debarim.it/to8a.htm

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Hacen falta muchas cosas para conseguir la Paz

© Pablo A. Villafranca M

Edmund Burke un vez expresó: «Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada». Las situaciones de injusticias institucionalizadas empujan a cada ser humano al abismo de la violencia, la pobreza, la alienación y el subdesarrollo. Es por eso que alzar la voz y manifestarse en contra de cualquier forma de violación al orden jurídico que garantiza el orden democrático no sólo es un derecho sino un deber. Cuánta razón tenía Martin Luther King al decir con visión de futuro: « La injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la Justicia en su conjunto. Sostengo que quien infringe una ley porque su conciencia la considera injusta, y acepta voluntariamente una pena de prisión, a fin de que se levante la conciencia social contra esa injusticia, hace gala, en realidad, de un respeto superior por el derecho». Más en http://pvillafranca.blogspot.com/2011/02/hacen-falta-muchas-cosas-para-conseguir.html

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Lectio Divina del Evangelio del

VII Domingo del Tiempo Ordinario –Ciclo A

Domingo 20 de febrero

 Cómo enfrentar la violencia:

Una vida de hijos que refleja el amor perfecto del Padre

Mateo 5, 38-48

Lectio Divina del Evangelio del

VII Domingo del Tiempo Ordinario –Ciclo A

Domingo 20 de febrero

 Cómo enfrentar la violencia:

Una vida de hijos que refleja el amor perfecto del Padre

Mateo 5, 38-4

Quien cree haber entendido las Escrituras y no ama,

es que no las entendió. (San Agustín)

Continuamos a la escucha del Maestro en el Sermón de la Montaña, seguimos en la tónica del discipulado, el que tanto nos insiste el documento de Aparecida. A través de las secuencia de los evangelios del domingo vamos viendo cómo la enseñanza de Jesús explana poco a poco en qué consiste la vida nueva del Reino proclamada en las bienaventuranzas, cómo la semilla del Reino crece en uno y se va haciendo “sal” y “luz” en los ámbitos cotidianos de nuestra existencia.

La justicia del Reino que genera vida y fraternidad, es la que le da pleno sentido a la “Ley y los Profetas”. Jesús no vino a darle “cumplimiento” exigiendo una observancia más rigurosa sino remontándose hasta la voluntad del legislador, hasta su corazón. De hecho, la Ley no hace sino señalar qué es lo que el Padre quiere que hagamos, pero ella no tiene la fuerza interna para hacernos realizar su voluntad.

Pues bien, en el Evangelio de hoy queda claro de una vez por todas que lo fundamental es ser “hijos en el Hijo”, es decir, que el amor cristiano no es más que la manera de ser del Padre Dios reflejado en sus hijos, así como nos lo reveló en su Hijo Jesús. En pocas palabras: “Sean hijos de vuestro Padre del cielo… Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo” (Mt 5, 45. 48). El punto es que esta “filiación” y esta “perfección” se deja conocer en la manera como enfrentamos la violencia.

Más en http://www.celam.org/cebipal/index.php?name=lectioDivina 

 

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Lectio Divina del Evangelio del VI Domingo

Tiempo Ordinario –Ciclo A

Domingo 13 de Febrero

 

Una escuela de Valores del “Reino”

Mateo 5, 17-37

Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,

no entraréis en el Reino de los cielos

(Mt 5, 20)

Estamos en este domingo frente a una de las lecciones  más bellas sobre el discipulado en el Evangelio. Nos vamos adentrando en el Sermón de la montaña, teniendo como clave de lectura el anuncio inicial de las bienaventuranzas. Éstas se despliegan ahora, en una monumental catequesis que también se podría titular: “Cómo es el estilo de vida de quien viven según las bienaventuranzas”. Más en http://www.celam.org/cebipal/index.php?name=lectioDivina

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V Domingo Ordinario

Is 58,7-10. 1 Cor 2,1-5. Mt 5,13-16

                        La comunidad cristiana tiene la misión de ser punto de referencia concreto para todos los que buscan y esperan las “obras buenas” “para dar gloria al Padre que está en los cielos”. Un testimonio límpido y entusiasta, coherente y radical de la paz y la justicia, es el mejor kerigma que el cristiano puede proclamar al mundo. De esta irradiación de luz los hombres serán conducidos a la fuente de la luz, que es Dios mismo. Más en http://www.debarim.it/toa5_esp.htm

 

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La Presentación del Señor

El evangelio de la Presentación del Niño en el Templo (Lc 2,22-40), utiliza como trasfondo algunos ritos y leyes de Israel para describir la inesperada acción de Dios, que redimensiona el valor de las ceremonias antiguas y hace surgir el testimonio profético de Simeón y de Ana, quienes identifican a aquel niño con el Mesías. Solamente a través de la acción del Espíritu aquellos ritos hebreos alcanzan su plenitud y su auténtico valor. La misión de Jesús, el consagrado de Dios, se prefigura como salvación para todos los pueblos, no sólo para Israel. A su misión, marcada por el rechazo y el dolor, aparece asociada también de forma misteriosa su madre.

1. El contexto ritual hebreo (vv. 22-24). En estos tres primeros versículos se repite tres veces el término “Ley”, una vez en cada versículo. Esta simple indicación terminológica nos hace comprender que el ambiente en el que se desarrolla la narración es el de la religiosidad hebrea fundada en la fidelidad a la Ley del Señor. Pablo dirá que Jesús “nace bajo la Ley” (Gal 4,4), aunque no es la ley quien salva, sino él, como lo indica su nombre: “Jesús” (Yahvéh salva) (Lc 2,21). Lucas mezcla dos ritos: la purificación de la madre (Lv 12,1-8) y la presentación del primogénito (Ex 13,2.12), y describe el hecho sin mucha precisión diciendo: “cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos” (v. 22). La descripción esfumada e imprecisa de los ritos judíos muestra que el interés de Lucas es la revelación mesiánica del niño. Las familias no debían necesariamente ir a Jerusalén para estos ritos. Colocando estos acontecimientos en Jerusalén, el evangelista quiere subrayar que Jesús, el Mesías entra como primogénito en el Templo, el espacio sagrado en el que se cumplen las promesas mesiánicas.

2. El “justo y piadoso” Simeón (vv. 25-25). Simeón es presentado como el modelo del hombre religioso del Antiguo Testamento. Su figura aparece asociada al Espíritu Santo: en él estaba el Espíritu Santo (v. 25), el Espíritu Santo le había revelado que vería al Mesías antes de morir (v. 26) y es el Espíritu Santo el que lo empuja a ir al Templo en el momento que llevan al niño (v. 27). El encuentro de Simeón con el niño no es, pues, una consecuencia del cumplimiento de los rituales de la ley hebrea, sino un fruto de la acción del Espíritu. El abrazo con el que Simeón acoge a Jesús (v. 28) evoca la espera ansiosa del Antiguo Testamento y el encuentro entre el antiguo régimen de la salvación, que está llegando a su fin y al cual pertenece Simeón, y el nuevo, que está por comenzar a través de la misión del Mesías.

El cántico de Simeón, el Nunc dimittis, proclama el significado de la misión del niño y ofrece una interpretación profunda de los acontecimientos que Lucas está contando. Simeón puede ahora “irse en paz”. Después de haber encontrado al “Cristo, Señor” (v. 26), ha experimentado el shalom, la paz mesiánica que ya habían cantado los ángeles en ocasión del nacimiento del niño (Lc 2,14) y que significa plenitud de vida y de salvación. El don de la paz, que hace que Simeón acepte la muerte, corresponde a la experiencia de la salvación: “mis ojos han visto tu salvación” (v. 30). Una salvación que se realiza con el nacimiento y la misión del Mesías y que se extiende a “todos los pueblos” (v. 31), respetando siempre el diverso papel histórico de Israel y del resto de la humanidad. Mientras que en relación con los pueblos paganos esta salvación es “luz para iluminar a los gentiles”, en relación con el antiguo pueblo de Dios es “gloria de tu pueblo, Israel” (v. 31). Para los primeros es luz que ilumina su camino, para los segundos es gloria, es decir, manifestación histórica de Dios.

El anciano bendice a los padres del niño y luego se dirige en modo particular a María con un oráculo que tiene que ver no sólo con la misión del niño, sino también con el futuro de la madre (vv. 33-35). El ministerio de Jesús pondrá de manifiesto la contradicción que se da en el pueblo de Israel, entre la espera de la venida de Dios mediante la misión del Mesías y el rechazo que concretamente se produce frente a él. A María, “una espada le atravesará el alma” (v. 35). Aquí espada no indica el juicio de Dios como en otros textos, sino el sufrimiento de la madre a causa de la misión del hijo. La misión de Jesús, marcada desde el inicio por el rechazo y la contradicción, culminará con su condena y su muerte en la cruz. La misión del Mesías como profeta rechazado marcará dolorosamente también la existencia de su madre.

 3. La profetisa Ana (vv. 36-38).- Se describe su condición social y su profundidad espiritual. Su ancianidad es signo de sabiduría. Es la única mujer en el Nuevo Testamento a la cual se le asigna el título de “profetisa”. Al justo Simeón se asocia la figura femenina de Ana, quien a pesar de ser profetisa, no se presenta ofreciendo ningún oráculo. Solamente “alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Israel” (v. 38). Esta mujer de oración y de alabanza permanente, logra intuir el momento decisivo que se está realizando en la historia. No profetiza en sentido estricto, sino que proclama. Su profecía es oración, su oración es profética. Ana se coloca así en la historia como alguien que supera lo antiguo para asumir la misión de los tiempos nuevos: el anuncio de la redención.

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