Tercer Domingo de Pascua
Hch 3, 13-15.17-19. 1 Jn 2,1-5ª. Lc 24, 35-58
Es evidente el tema que da unidad al leccionario de este domingo: “el perdón de los pecados”. Pedro concluye su anuncio del kerigma pascual a los judíos con estas palabras: “Arrepiéntanse y conviértanse para que sean borrados sus pecados” (Hch 3,19) (primera lectura); Juan alude a la realidad enigmática y universal del pecado diciendo: “Si alguno peca, tenemos ante el Padre un abogado, Jesucristo, el Justo” (1 Jn 2,1) (segunda lectura); y Lucas, citando las palabras del Señor, delinea lo que será la misión de la Iglesia: “se predicará en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén” (Lc 24, 47) (evangelio). La liberación del mal presente en la historia y en el corazón del hombre es el primer fruto de la Pascua. El perdón del pecado es el gran don que nace de la cruz y de la gloria de Cristo.
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